lunes, 6 de julio de 2020

Mi papá


MI PAPÁ

De  mi tata me han pedido
que unas líneas escribiera
y diga cómo en el nido
ejemplos dio de primera

No tengo tanto valor
es asunto delicado
Se me estruja el corazón
hablar de un ser dedicado

La tarea de ser buen padre
supo aprender con la vida
de la mano de mi madre
amor, cantos y alegría

Ladrillos le dieron pan
ni la lluvia lo paró
arena, cemento y cal
nunca nada nos faltó

Como hijo digo que ingrato
no supe ver su destajo
hoy maduro, me agacho
alabando su trabajo

Hombre que tiene valores 
virtudes nos enseñó
nunca jamás tocó un cobre
y su cintura estropeó

Arte desde niño tiene
en sus manos, en la voz,
él canta cuando va y viene
pintando su inspiración

La descripción es muy escueta
y lamento ser tan pobre
falta tanto pa’ que sepan
cómo es GelindoFavore
® Armando Favore Cesca

viernes, 5 de junio de 2020

¿Vida?


¿Vida?
12/10/2018 – 288 palabras
La cola para cargar los camiones era larga, había que esperar, las ventas aumentan en verano.  Ese día nos tocaba repartir por calles de tierra y pozos bajo una terca llovizna.
En lo de Don Ramiro, cruzando el Camino de Cintura, bajamos varios cajones, mientras él nos miraba con esos ojos saltones, señalando el patio de atrás, donde vi una carretilla tirada, sin rueda, de esas remachadas, destruida y con herrumbre. A su alrededor se juntaba un montón de mugre vieja. Miserable imagen.
Podía notarse la desazón de Don Ramiro, el espíritu deprimido de quien cuenta solo con un poco de tabaco, algún peso que gana día a día. Dinero que no gana día a día, en rigor a la verdad, es miope y se pierde con los números, otras veces se pierde en la botella que lo acompaña, embriagando sus sentidos para que no sientan; algunos lo estafan, otros le llevan mercadería sin pagar, otros lo visitan por las noches para asegurarse que coma algo.
No ignora que lo estafan, que le roban, que hace mal las cuentas, que no tiene hijos y su esposa, que en paz descanse, se ha ido hace ya mucho tiempo. Sabe, no es tonto, que por las noches alguien se acuerda de él y ese mimo le permite dormir y amanecer al día siguiente, cada vez más flaco, más ebrio, más dolorido por esta vida que avanza sin cuartel, pero que no se decide a finalizar.
Herrumbre, mugre vieja, ojos saltones, miseria, dolor… y mi pregunta de chico: ¿A quién le va a vender toda esa gaseosa Don Ramiro?
Con una desdentada sonrisa me responde “¡Qué la lleven nomás! ¡Que la lleven! … ¿No, pibe?”, luego quiso emitir una carcajada y el llanto lo invadió.

©Armando Favore Cesca

Todo por amor


Todo por amor
7 de MAR de 2012 – 539 palabras
Y aquí estoy, ya en mi lecho de moribundo sin hacer más que recordar… lo de Carmencita no pudo ser, era evidente, tantas veces dijimos que deseábamos estar juntos.
Pero una noche, una cruel noche, la fortuna se apiadó de nuestros corazones. Fue allá en el campamento de campaña que improvisamos, a mitad de ese cerro jujeño que nunca olvidaré; hacía frío y ya entrada la noche, galopando despacito, la negra yegua trajo en ancas a ese sol de mirada profunda y lozana, donde todos los cansancios huían ante el brillo que de su figura emanaba. Ella era todo solaz, descanso, remanso. Y se apareció en mi tienda. ¡Pucha, si parece que ahora mismo la veo! Carmencita, la de ojos negros y dulce sonrisa, hasta su recuerdo es capaz de sacarme el pie que tengo en la tumba… pero no, son muchos los andares, mucha la angustia por tanta traición… a la gente que puebla esta provincias ¿Unidas?’, ¡Ja!, en medio de tanto dolor se me escapa una sonrisa burlona, quizá Carmencita me azuza desde el más allá.
              Cuando vi su silueta recortada en la entrada de la carpa y me hizo un gesto de frío, abrí la frazada que me abrigaba y la invité a ceñirse a mi cuerpo, a cobijarse con el calor del abrigo y el de este hombre, temblé al notar su cabello en mis labios y prontamente busqué los suyos… fue un momento mágico.
Carmen no era una mujer cualquiera, tenía aquello especial que me atrajo y sigue haciéndolo desde el recuerdo. Dormimos bajo la misma manta, en el mismo lecho de campaña, dándonos calor uno al otro, dándonos amor uno al otro y luego el letargo se apoderó de los dos y descansamos con paz verdadera, olvidamos mi misión y el dolor que nos rodeaba, fuimos felices.
La evocación me deleita hasta este momento en que vuelvo a ver con horror a aquel realista que surcó la noche arrastrado por el viento del infierno, trayendo la muerte consigo, en la punta de una bayoneta, la que clavó hasta lo más hondo en mi bella y dulce Carmen, ignorando su error, pues era yo el destinatario.
El realista, un muchacho de unos 20 años también, encontró la muerte allí, junto a mi amada, irónicamente; mi reacción no se hizo esperar y con mi grito alerté a los demás; NO! NO! a Carmen NO! Y mi sable de inmediato lo encontró.
              Lloro, lloro por Carmen, lloro por mi tierra, lloro porque haber ayudado a liberar de realistas la Patria no fue suficiente, lloro porque mi doctor no podrá ser pagado, lloro porque esta vida se me va y hay tanto por hacer…
              Sólo me queda la esperanza de que aquel género que mis muchachos juraron defender con su vida, flamee en los mástiles, reproducida por cientos y que nunca jamás sea arriada de los corazones de nuestros descendientes.
              Ni Carmen ni yo dejamos hijos en este suelo, ni Carmen ni yo pudimos hacer más que amar. Su recuerdo me tuvo vivo hasta aquí y hoy me reclama. Siento su aliento que retorna, ella está aquí y susurra dentro de mí. Ya hiciste el bien a la Patria, ahora amémonos… ven conmigo Manuel.  

©Armando V. Favore Cesca


Te recuerdo


20 de setiembre de 2011 -349 palabras

Te recuerdo

Valle Viejo, 20 de setiembre de 2011
Querida Moni:

En esta carta quiero contarte lo que mi alma dolorida reclama, atosigándome, mientras soporto una permanente desazón. Espero me comprendas.
Te recuerdo, dulce, maravillosa niña, apenas 17 y una sonrisa entusiasta, llena de vida que tus ojos, color miel, reflejaban entre asombro y dicha, parecías enamorada de la vida, con tu juventud rebosante.
Te dedicaste con pasión a lo tuyo, no había espina ni aguijón que te amilane, sabías lo que hacías y sonreías, sonreías con belleza, pura y prístina sonrisa.
¿Cómo no enamorarse de ti? ¿Cómo no querer beber el néctar que emanabas? Tu halo, imán irresistible me atrajo y rendido caí.
Pasaba largas noches contemplando en mi mente tu rostro, esa bella imagen que no se desdibujaba. Una y otra vez veía tus ojos, admiraba tu sonrisa, acariciaba con la mirada el bello rostro cargado de felicidad.
Pensé en llevarte, sólo para admirarte; te tendría para mí; la tersura de tu piel me daba un escalofrío de placer y quedaba exhausto al recibir tanto de ti.
A tal punto llegué que pensé en un robo. ¿Qué te quitaría?; aún no lo sé, pero, por culpa, no tendría derecho a seguir viéndote indefinidamente.
De inmediato vi que estaba condenado al fracaso, pues si me descubrías, cruel sería mi castigo: el alejamiento.
Por un lado lo pedía a gritos y por otro no imaginaba mi vida sin un nuevo encuentro permanentemente pendiente; creo que esta obsesión por ti es enamoramiento.
Partiré en un largo viaje, evitaré el encuentro con el fantasma del amor, en el reconocimiento de esta situación, en la que ingresé solo y que tú, ausente, ignoras.
Quizá no deba entregarte esta carta, alguien debiera robarla para que no llegue a ti, más siento estas líneas como un pedido de ayuda y no una endiablada persecución.
Recibe ésta, tómala, entérate por fin, júzgame y condéname; luego haz de mí lo que quieras. ¡Más no! ¡no! ¡no la leas! ignora mi pasión por ti y se feliz.
Yo… me iré de viaje


Quien quiere ser tuyo, Cristian

©Armando V. Favore Cesca


¿Podré?




¿Podré?

       Actor: Se trata de un hombre saludable, de unos 40 a 45 años, de contextura robusta.

       Vestuario: El actor viste un pantalón gris, camisa blanca, campera azul desteñido, zapatos y anteojos.

       Escenografía: El escenario se dividirá en dos partes, izquierda y derecha (respecto de los espectadores), con diferente escenografía.

       Parte izquierda del escenario: Una porción de calle, con una curva pronunciada, hacia la derecha, que aparece mojada por la reciente lluvia; a la izquierda del espectador el cordón de la vereda. Sobre el lugar en que se desarrollará la representación un farol de calle, iluminando la escena, allí mismo sobre la calle una piedra no muy grande.  A la derecha del espectador un charco de agua, bien visible.

       Parte derecha del escenario:  Una porción de calle que aparece mojada por la reciente lluvia, a la derecha del espectador el cordón de la vereda y sobre ésta una porción de paredón de costanera.


Único acto


       Se ilumina el escenario, mostrando sólo la escenografía izquierda, mientras la derecha permanece en la oscuridad; tras una breve pausa entra en escena, por la calle, el actor en evidente estado de ebriedad. Se detiene debajo del farol, observa hacia arriba, hacia abajo y a la platea con los ojos entrecerrados. Con las manos busca afanosamente un pañuelo en los bolsillos de la campera y al extraerlo arrastra involuntariamente su porta documentos que se hallaba abierto. Hace ademán de atajarlo en el aire, pero cae desparramando su contenido. Se quita las gafas y frota sus ojos con el pañuelo, como queriendo aclarar su visión. Toma aliento y se dispone a agacharse para recoger sus cosas, da un paso con las gafas en su mano derecha, no ve la piedra, la pisa, trastabilla y con una rodilla en tierra exclama.  

-       ¡Ay, se me dobló el pie! No puede ser, encima esto. Y para colmo se me cayeron los documentos...

       El actor menea la cabeza, suspira profundamente, se sienta cerca de los documentos en posición india y se dispone a recogerlos. Se coloca las gafas dificultosamente y abriendo grande los ojos observa a su alrededor.

-       Menos mal que no viene nadie. A ver qué pasó con mis cosas. !Je! ¿No ve? que macana, y ahí fue la foto de la más chica, derecho al agua sucia de la calle.

       Hace una breve pausa

-     No la pude atajar y encima casi me mato, ¡todo por esa piedra!  ¡A ver!, lo… lo más importante es recuperar las fotos, especialmente la de Clarita, que se me fue al agua, pero ¿qué hago con la bici?

Mira a su alrededor, como buscando algo y exclama:

-       ¡Me robaron la bicicleta!

       Hace ademán de incorporarse y queda con las piernas abiertas y estiradas, pero con el torso hacia abajo y dejando caer los brazos, como desesperanzado y recuerda mientras se termina de incorporar.

-       ¡Ah! Cierto que hoy no andaba con la bicicleta porque se me pinchó la goma de atrás. Menos mal porque si no me iba a dar un golpe más o menos. Antes andaba en el auto de la empresa, con chofer y todo, ja,ja… Estúpido, la vida me pasó por arriba y ando a los tumbos.

       Vuelve a fijar la vista en los documentos y acompaña lo que dice con la acción y gesticulando.


-     Como estoy no puedo mantener mucho el equilibrio, pero no me voy a volver a sentar sino el pantalón se me va a ensuciar, así que abro las piernas un poco más, me agacho y ¡ya está! Ahora sin caerme debo llegar hasta las fotos y ¡Huy! el carnet también se está mojando.

Ahora, coloca una rodilla en tierra y con un gesto de dolor dice

-     Me siento derrotado, la angustia me hace doler el alma y mi corazón se abate una vez más bajo esta pesada carga.
¡Si los chicos me vieran! Seguro que llorarían por mí.

       Agacha la cabeza, y estalla en él un breve sollozo, saca nuevamente el pañuelo, seca sus lágrimas y reflexiona

-       Por un momento me imagino niño, mirando esta escena protagonizada por mi Papá, y en su rostro está el mío.

Pausa muy breve

-       Estoy como impactado por la imagen lastimosa de ver a un hombre grande, fuerte, vigoroso y trabajador en estado de ebriedad.

       Pausa muy breve

-       Veo el resultado de querer escaparse de este mundo a través del alcohol.

       Pausa muy breve

-       Veo lo que ahora ven los demás de mí, pero quizá por ser a la vez protagonista y espectador aprecio lo doloroso de la situación vivida como niño. Me hace comprender el dolor de un hombre que se vuelca al alcohol ... y el de un hijo que no comprende la actitud de su padre.

Se produce una pausa. El actor con gesto de pesadumbre, continúa

-       Debo abandonar, tengo que dejar de tomar, mi esposa y los chicos me necesitan sano, eso lo sé. ¿Por qué no tengo fuerzas suficientes? Si mi conciencia, como ahora a cada rato me taladra el cerebro. ¿Por qué no puedo? El alcohol parece ser mi único refugio, donde por momentos dejo de pensar coherentemente y en esa torpeza de pensamientos torpes logro un breve descanso a mi atribulado corazón.

       Pausa muy breve

-        No es por mal de amores, no es por faltas en los chicos, ni es por razones de salud, es porque no quiero ser grande, no quiero ser Papá de una familia, no quiero tener que dar consuelo a los demás, a mis hijos, no quiero ser el amparo de mi gente, no quiero, no quiero, no quiero ser hombre aún. Quiero volver a ser niño, quiero volver a las faldas de mamá, a sus brazos para que me arrulle, quiero volver a montar en la bicicleta de Papá para irnos juntos a trabajar, quiero sentir el fresco de las mañanas en mi rostro, como cuando me enviaban a la escuela, con el guardapolvo blanco y el portafolios con un sandwich de dulce para el recreo.

       El actor estalla en llanto, deja caer su cabeza, mientras disminuye la iluminación del escenario, como apagando la imagen. Luego de un breve lapso vuelve la iluminación más fuerte que la anterior. Como mirando al cielo exclama

-       ¡Mamá!!!, ¿Dónde estás?  ¡Mamá!!!! ¿Dónde estás con tu regaño, dónde con tu mano cariñosa, dónde con la merienda y el pan con dulce, dónde Mamá?

       Pausa muy breve


-     ¿Por qué me abandonaste Mamá, al hacerme grande, por qué dijiste que ya no me retarías más pues era un muchacho grande que sabía lo que hacía?.

       Un nuevo sollozo mientras deja caer la cabeza, y una pausa hasta lograr la calma. Disminuye levemente la iluminación. Levanta la cabeza y continúa

-       Es cierto que siempre fui responsable, que quería ser mayor y que amo a Luisa, es cierto que siempre fui un padre responsable y cariñoso, pero una buena parte de mi forma de actuar ha demandado su esfuerzo, tuve que dejar de ser hijo, tuve que soportar lo que todo hombre, con los avatares propios del trabajo, la familia, la vida en sociedad...; tuve que soportar las injusticias propias de los que nos llamamos adultos.

       Pausa muy breve

-       Me cuesta, soy débil, no soporto esta presión. Estoy apesadumbrado, estoy llorando de pena por mí.

       Se seca las lágrimas con el pañuelo. Se pone en cuatro patas y comienza a dirigirse hacia los documentos. Vuelva la iluminación fuerte

       El actor acompaña con sus acciones lo que va diciendo y gesticula

-       ¡Bueno, no le demos tanto a la máquina! Lo que tengo que hacer lo empiezo cuando me sienta mejor, ahora lo importante es recuperar las cosas que se me han caído. A ver, despacito, primero un paso, luego otro. Ya estoy mejor, ahora me estiro un poco y recojo todo. Primero seco las cosas en el pantalón, le doy un beso a la foto de Clarita y desde el fondo de mi corazón le pido perdón y hago una promesa de cambio, solo espero que ella no me vea en este estado pues moriría de vergüenza al ver que tiene un padre borracho.

-        Ahora que junté todo, me levanto y vuelvo a casa, despacito. Justo estuvo lloviendo y hay barro por todos lados, lástima los zapatos, pero me descalzo y listo, sino Luisa me mata.

       Aquí el actor se quita los zapatos, sosteniéndolos con una sola mano y continúa con su monólogo

-       Menos mal que Luisa me reta un poco, pero me parece que debería hacerlo más, entonces yo sentiría el amparo de ella y al portarme mejor podría refugiarme en el marco de esa “obediencia” y aunque no “madure” del todo estaría fuera del peligro de una vida en libertad, sólo debería obedecer y no ser el obedecido.

       Pausa muy breve
     
-       Me cuesta ser hombre y Luisa quiere un hombre a su lado, no un niño y yo estoy actuando así. Me temo que los perderé, no puedo seguir tirando de la cuerda de su amor por mí, debo recapacitar, pero ¿Cómo hago para comportarme bien?

       Se apagan las luces suavemente, quedando todo el escenario en oscuridad total.

       Silencio y oscuridad por espacio de 5 segundos, tras los cuales comienza a escucharse el vals “Danubio Azul” de J. Strauss, en tono muy suave.

       Desde el centro del escenario y cercano a la platea, aparece el actor, caminando despacio, con la campera sobre el hombro izquierdo y los zapatos en la derecha. El estado de ebriedad no es tan notorio como en el primer acto. Se dirige, dando la espalda al público, hacia el paredón de la costanera. Se detiene, deja los zapatos en la vereda, apoya la campera y los brazos sobre el paredón. Se detiene la música y sus pensamientos se escuchan a modo de voz universal, suplantándola.


       Grabación:
      
·         Ya me falta poco para llegar a casa, busco ir por la costanera para sentir el aire fresco del río y así despejarme un poco. Debo recomponer mi vida. Ahora con la luna llena sobre el agua y el aroma de las hierbas serranas… es como si mi cabeza se despejara. Van cambiando mis sentimientos, alternando los negros con los buenos y en mi fuero interno tomo finalmente una decisión, siento que es de verdad.

       Silencio total. Se da vuelta el actor, con su mano izquierda apoyada en la pared, mira al público. Retorna la música, suavemente, continuando donde fuera interrumpida. El actor estira sus brazos muy lentamente, sosteniendo por el cuello la campera con la mano izquierda, y exclama:
      
-       Trae el río su vida y la da, trae la luna su vida y la da, trae el aire su vida y la da. Te escucho Mamá, te escucho Luisa, ustedes también lo han hecho. Tengo mi vida, debo traerla y darla.

       Retorna la música, suavemente, continuando donde fuera interrumpida. El actor baja lentamente los brazos, lleva el mentón hasta el pecho.

       Luego de una pausa, dónde sólo se escucha la música de fondo, el actor eleva la mirada al cielo y con un gesto de angustia, cae de rodillas, las palmas hacia arriba, en actitud de súplica; se interrumpe abruptamente la música y en un tono desgarrador, grita:

-       ¡Mamáaaaaaa...!!!!

       Finalmente, cae su cabeza sobre el pecho.

       Cae el telón


FIN



La fotografía


La fotografía
17/ABR/2017 (Corregida el 24/3/2020)– 413 palabras
Suave, casi etérea, la novia se desliza flotando en el mágico recinto, camino al amor. Allí la espera su ilusión, su sueño, su quizá quimera.El papá a su lado, del brazo, lentamente, negándose sin lograrlo, a cumplir el mandato, uno más de la vida.
            Muchos familiares la acompañan en esta ceremonia, vestidos de fiesta y con sonrisas alentadoras. Flores blancas adornan los bancos y el altar. El fotógrafo expectante
Con un dejo de tristeza, la madrastra añora los tiempos en que comenzó a amar a la frágil y pequeña niña, mientras retozaba ausente de dolores y zozobras. Ahora, con 22 años se le escapaba como agua entre los dedos. Ambos padres no se engañaban, estaba claro que no ganarían un hijo, sino que perderían a dos, compartiendo el sentir con la viuda madre del novio. Lejos se iría su dulce pequeña, por detrás de un amor incondicional que la esperaba al otro lado del Atlántico.
Y allí, en el altar, un sacerdote. Y allí, en el altar el hermano del novio, supliéndolo. Y allí, en el altar, la concreción de una unión a la distancia, que ella salvaría, interponiéndola con los de su tierra.
¿Locura de jóvenes? ¿Destino? ¿Quién puede saberlo?
Un nuevo núcleo familiar se formaba, siguieron treinta días de sufrimiento en la soledad del barco, para luego sollozar de alegría y nostalgia sobre el pecho amado.
¿Cuántas lágrimas no fueron contadas? ¿Cuántas noches de angustia por una hija tan lejana? Cuán corto se siente el brazo protector de un padre o pequeño el regazo de una madre ante la lontananza. Puede uno llorar, maldecir, rezar, bendecir, pero debe obedecer.
Las cartas cruzaron la lejanía en ambos sentidos, relatando solo las alegrías. A los dos años una bebé, a los cuatro un niño. Estamos bien, progresando, los queremos mucho. No lloramos por nuestra tierra, no lloramos por ustedes.
La fotografía refleja el atrio de una humilde capilla del norte de Italia, donde se aprecia una novia antes de arrojar el ramo, se destaca por su vestido blanco acampanado, la familia y amistades de los novios, sonrientes, ocultando la desazón, pero festejando el amor, incondicional, como puede verse en esa imagen de casamiento.
Hoy veo en esta estampa a mamá de novia, a papá ausente. Los nonos dejando partir a su niña. Foto de familia. Familia al fin, que ama, como tantas, como ésta,que es la mía.
©Armando Favore Cesca
Nota: Haciendo referencia a la fábula de Esopo titulada “El hombre negro”, cuya moraleja es “Lo que la naturaleza diseña, se mantiene firme”


miércoles, 20 de mayo de 2020

Alfredo


481 palabras
—¡Sólo tenía que decirlo una vez! Nada de pararse frente al público, debía “cantar”, así, en voz baja. Sólo un nombre. Sólo eso, en voz baja, tres nombres. —Yo le dije que tenía que hacerlo y no me escuchó. No cantó ni habló, no dijo nada, sólo ¡Ay! Cada vez, luego dejó de decir ¡Ay!
—Se puso a hablar en chino básico. ¡Qué sé yo! Decía de los protones y los electrones. Lo dijo tantas veces que me lo aprendí de memoria.
—¿Dónde fue que pasó esto?
—Acá nomás, en San Martín
—Siga, siga contando que yo anoto
-—Y bueno… lo tenía en una piecita, medio muerto de hambre para ver si aflojaba un poco, pero el tarado lo único que hablaba era de las macromoléculas y no sé qué más de los polímeros. Le dije que se deje de hacer el tonto, que si no me iba a calentar le metería ya sabe por dónde las macromoléculas esas. ¿Ud. se cree que me dio bolilla? ¡Ni ahí! Yo le preguntaba de una cosa y él me contestaba de otra.
— Química
-—Química, sí, ni más ni menos. Me hablaba de química… ¡A mí! “Siempre sirve para algo el estudio”, me maquinaba la vieja y yo me reía de la pobre boluda. El asunto es que el pibe era responsabilidad mía y yo algo le tenía que sacar, así que le mostré un alicate, lo senté y le dije que sino cantaba… ¡Chau dedito! ¿Y que hizo el pelotudo? Siguió con los protones y los neutrones. Se puso a decir tantas boludeces que tuve que ordenarle que se callara. ¿Sabe qué me dijo?, me dijo que él era muy locuaz y como no entendí un pomo le grité adentro de la oreja “¡Dejate de embromar y decí un nombre!”. Lo vi mal, pálido, flaco, cansado, chupado abajo del bigote negro, pensé que había aflojado cuando me dijo: “Avogadro”
—Pero Avogadro fue…
—¡Se me cagó de risa en la cara, el muy hijo de puta!, y eso que le había cortado un dedo. Lo miré, después que me dijeron boludo, le mostré de vuelta el alicate y le escribí en un papelito que le quedaban 19 dedos más, así que mejor que me diera bolilla, sino la iba a pasar mal.
—¿Fue esa la única vez que él lo miró a los ojos?
—No hizo falta ninguna más. Se me quedó grabada. Me miró y no me habló de química, me habló de Freud y del Borda. Al final me lo sacaron al pibe porque, aunque ya no podía caminar, nunca soltó un nombre, ni siquiera el del que lo fajó a los doce. Nada che, sólo moléculas y el H20… ¡y la puta que lo parió!
-—De él nunca se supo nada, en cambio Ud…
—Sí, yo en el Borda.
-—¿Y cómo se llamaba el químico ese?

©Armando Favore Cesca